Como todos los años, cada 24 de octubre, hacemos protagonistas a las Bibliotecas y celebramos su día. Este será el que haga veinte y siempre auspiciado por la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil. El mensaje a difundir es de Alejandro Palomas, autor barcelonés galardonado con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2016 por su libro "Un hijo", publicado por Ed. La Galera. Se acompaña el mensaje con el cartel del ilustrador madrileño Manuel Marsol en el que, cuán oportuno para estos días, nos muestra ese duelo en el que los libros...la palabra ...acuden al encuentro como espacio compartido en el que reina la paz, la comprensión, el respeto.
En su mensaje Alejandro Palomas nos presenta a esas personas que velan por los libros y median para facilitarnos el encuentro mágico entre lectores y libros; para bibliotecarias y bibliotecarios nuestra felicitación. Para vosotros, nuestra invitación a leer y disfrutar del mensaje.
Cartel de Manuel Marsol
“Como Mary Poppins, pero sin volar”
de Alejandro
Palomas
Soy sobrino de
bibliotecaria. Desde que tengo memoria, mi tía, que acaba de cumplir ochenta
años, me ha regalado un libro el día de mi cumpleaños. Primero fue la serie de Osear, con su Kina y su láser, de la gran
Carmen Kurtz; llegaron después las aventuras de Los Cinco, algunos clásicos ilustrados, la gran Nada de
Carmen Laforet… La lista es larga y el disfrute ha sido mágico, porque mi tía
entiende la lectura como algo que cura, que aleja al inocente de lo que agrede,
y yo -y ella lo sabe- siempre he sido demasiado vulnerable a lo que daña, sea o
no imaginado, sea o no real.
Mi tía se llama
Nuria y desde niña sufre mucho de la vista. Aun así, trabajó durante décadas
fomentando el amor por la lectura en hombres y mujeres, chicos y chicas a los
que no conocía, pero cuya mirada no tardó en aprender a leer, a identificar y a
descifrar. Ella decía -y a veces dice todavía- que “repartía refugio”, y se
emociona al recordarlo. La he oído también confesar en algunos momentos de
nuestra historia común, que no fueron fáciles y que vivimos juntos: “Decidí ser
bibliotecaria porque así me aseguraba de que, por muy mal que nos fueran las
cosas, aunque faltara el agua caliente o la calefacción, siempre tendríamos un
libro en casa”. Ahora, quince años después de su jubilación, soy yo quien le
recomienda lecturas. Leemos un libro a la vez y nos juntamos cada quince días a
comer y a comentar lo leído, en lo que hemos bautizado como “El club de las 2” , porque intentamos en lo
posible que coincida con el día 2 de cada mes, a las 2, y porque somos dos
almas lectoras que no tienen freno. Durante estos años de club, ella me ha
contado cosas, muchas cosas de su vida en la biblioteca, y desde que la oigo hablar
como lo hace sobre su amor por esa vocación, que no decrece a pesar del tiempo,
no puedo dejar de maravillarme y de preguntarme cómo definiría yo a una
bibliotecaria -o a un bibliotecario- llegado el caso.
Hasta hace unos
meses no di con la respuesta.
Fue a raíz de la
publicación de Un hijo, durante una charla en un centro de enseñanza de
una capital andaluza. Y fue precisamente gracias a un niño de diez años que,
junto con otros 1OO, había leído la novela y quería conocer a su autor. Por
motivos de espacio, el acto tuvo lugar en la biblioteca del centro, con un par
de profesoras y la encargada de la biblioteca. La charla fue muy intensa, mucho
más de lo que yo esperaba, y se alargó. Cuando por fin llegamos al final del
turno de preguntas, un niño que estaba sentado en la primera fila levantó la
mano.
-A mí lo que más me
ha gustado del libro es María -dijo refiriéndose a la orientadora del centro,
que es, junto con el pequeño Guille, la protagonista del libro.
Quise saber por qué.
El niño, llamado Ismael, se rio un poco y luego, mirando a una de las tres
mujeres que estaban junto a la puerta. dijo:
-Porque es igual que
la seño Lourdes. -Una de las tres mujeres que estaban junto a la puerta se
encogió un poco y negó con la cabeza, incapaz de reprimir una sonrisa. Ismael
no había terminado-. Vive en la biblioteca porque si no los libros a lo mejor
se van. O se mueren.
Se hizo el silencio
en la biblioteca. Nadie se rio. Nadie dijo nada. Fueron segundos llenos de
respiraciones contenidas, de tensión y de infancia.
-Es que es
bibliotecaria -volvió a hablar Ismael. Y al ver que yo lo miraba sin saber qué
decir, debió de entender que necesitaba explicarse mejor, y añadió-: O sea,
como Mary Poppins, pero sin alas.
Hoy es un día
especial. Celebramos el Día de las Bibliotecas y celebramos también que
cientos, miles de Mary Poppins sin alas velan por los libros que las habitan
para que no se mueran ni se vayan, e Ismael siga creyendo que la vida está en
los libros y su reflejo fuera. Hoy es el día en que, un año más, la magia se
renueva y todas las bibliotecarias y bibliotecarios del mundo se saludan con una
mirada cómplice y un largo, hermoso y tierno:
“Supercalifragilísticoespialidoso”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario